Desde que el ser humano tiene conciencia de sí mismo ha sentido una atracción especial por aquello que sale fuera de su entorno cotidiano, inspirándose en una puesta de sol, la contemplación de un cielo estrellado, el sonido de la lluvia, la magia del fuego...La capacidad de admiración que tiene el hombre es propia de su Naturaleza y no un añadido que se haya acumulado con el transcurrir del tiempo. La admiración se despierta por el asombro antelo desconocido. Si ese asombro es ante aquello Superior en fuerzas, dimensión, comprensión, entonces nos reconocemos humildes, limitados e incompletos, puesto que nos falta aquello que admiramos. En este momento es cuando surge la aspiración para llegar a Ser uno con el TODO, con nuestro Ser Divino. De esta admiración por lo Superior deviene, de alguna manera, la Invocación.
¿Quién invoca en nosotros?
La personalidad no puede invocar tan solo desear para sí misma, para sus propios intereses. El ESPÍRITU no necesita invocar porque ya ES Y NO PUEDE DEJAR DE SER. El ALMA es quien invoca porque es aquella parte en nosotros que ya reconoce lo que le falta, que se halla situada en mitad del sendero, y puede mirar hacia abajo y hacia arriba, sabe lo que ha dejado atrás y los pasos que le quedan para unirse y fundirse con el ESPÍRITU. ¿Qué se invoca? El mundo Divino que hace falta atraer hacia nuestro momento evolutivo, la ayuda que necesita la Humanidad para completar su etapa y Ascender hacia la Victoria final. Invocamos la Sagrada Tríada, la Voluntad, la Sabiduría, el Amor; invocamos la energía Divina en su séptuple manifestación.
¿Por qué invocamos y para qué invocamos?
Para invocar realmente nos tiene que mover el Amor hacia aquellos seres a los que queremos hacer llegar los beneficios del plano Espiritual, del mundo Divino. Invocamos por AMOR a los que permanecen dormidos para que a través del canal que pretendemos abrir, llegue a ellos la Felicidad que no depende del mundo material, la Paz que no se sustenta en los condicionantes externos, y despertar el Amor incondicional hacia todo SER. También por GRATITUD, porque lo que nos fue dado tenemos a su vez que derramarlo a los demás; es dando como se recibe, esa es la voluntad de los Maestros y es la LEY. En resumen, como hemos mencionado, la Invocación es una herramienta de utilidad no solo para nuestra vida personal, no solo mejora nuestras circunstancias y la de aquellas personas que nos rodean, sino que abre un canal de servicio a los demás. Por lo tanto la Invocación es una necesidad en este momento evolutivo, que tanto requiere la Humanidad, haciendo llegar la ayuda Divina al plano de la forma. Además de todo esto, es necesario mantener constante en el tiempo el sentimiento de la Invocación. Debemos sostener esta Radiación para que sea más efectiva. En conclusión, invocamos para ofrecernos como servidores, como instrumentos que ayuden a plasmar el plan Divino. La Invocación es una actitud Sagrada, un Sacro Oficio, que eleva el alma de quien la realiza alzando una mano hacia los Seres Divinos, para que nuestro Cáliz sea llenado y pueda ser vertido en Servicio a los demás.
Por Elisa Macías, Juana Tejera, Antonia Rodríguez y Nieves Sánchez